SAN PEDRO 1979

Cuando el Beagle cambió los planes

Muchas veces en la vida, nos toca enfrentarnos a situaciones difíciles que debemos superar de la mejor manera posible, es decir, sin perjudicar a nadie y teniendo como resultado la satisfacción del deber cumplido.

Otras veces formamos parte del problema, y la mejor forma de actuar es ser prudentes. Esa fue nuestra posición en enero último.

Como todos los años, para esa fecha, el objetivo era Bariloche, la meta dorada de las nuevas acampantes que quieren ver y vivir lo que les han contado y las viejas que desean revivir aquellos días.

Sin embargo, en algún momento empezamos a preocuparnos.

Primero fue un rumor, de pronto el comentario de un amigo, luego de un discurso.

El caso es que de la noche a la mañana, se quebró esa dulce y peligrosa inconsciencia que a veces tenemos los argentinos para desentendernos de los problemas del país.

A medida que transcurrían los días, se fue gestando en nosotras, un sentimiento en común, que afloraba en una atmósfera de zozobra, preocupación, angustia...

Un sentimiento que no permitía encogerse de hombros porque estaba en juego la soberanía del país. De nuestro país.

Cómo concebir pues, la convivencia, la paz y la belleza, si los lugares que aquellos días nos cobijaban, eran escenario de tensiones.

Nuestro rumbo sufrió entonces un cambio forzoso, y la meta fue San Pedro (Provincia de Buenos Aires), quizá no tan pintoresca, pero con cualidades indispensables para nuestro propósito.

La partida fue para el 20 de enero, y nuestra estadía también sufrió un cambio, ya que fue menor que otros años.

Pero a pesar de todo, aún quedó tiempo para compartir.

Tiempo para los fogones, las caminatas, la guitarra...

Tiempo, en este verano tan distinto para la reflexión y la búsqueda de la que depende el reencuentro de dos países.