Cuando el Beagle cambió los planes
Muchas veces en la vida, nos toca enfrentarnos a situaciones difíciles que debemos superar de la mejor manera posible, es decir, sin perjudicar a nadie y teniendo como resultado la satisfacción del deber cumplido.
Otras veces
formamos parte del problema, y la mejor forma de actuar es ser prudentes. Esa
fue nuestra posición en enero último.
Como todos los
años, para esa fecha, el objetivo era Bariloche, la meta dorada de las nuevas
acampantes que quieren ver y vivir lo que les han contado y las viejas que
desean revivir aquellos días.
Sin embargo,
en algún momento empezamos a preocuparnos.
Primero fue un
rumor, de pronto el comentario de un amigo, luego de un discurso.
El caso es que
de la noche a la mañana, se quebró esa dulce y peligrosa inconsciencia que a
veces tenemos los argentinos para desentendernos de los problemas del país.
A medida que
transcurrían los días, se fue gestando en nosotras, un sentimiento en común,
que afloraba en una atmósfera de zozobra, preocupación, angustia...
Un sentimiento que no permitía encogerse de hombros porque estaba en juego la soberanía del país. De nuestro país.
Cómo concebir
pues, la convivencia, la paz y la belleza, si los lugares que aquellos días nos
cobijaban, eran escenario de tensiones.
Nuestro rumbo
sufrió entonces un cambio forzoso, y la meta fue San Pedro (Provincia de Buenos
Aires), quizá no tan pintoresca, pero con cualidades indispensables para
nuestro propósito.
La partida fue
para el 20 de enero, y nuestra estadía también sufrió un cambio, ya que fue
menor que otros años.
Pero a pesar
de todo, aún quedó tiempo para compartir.
Tiempo para
los fogones, las caminatas, la guitarra...
Tiempo, en
este verano tan distinto para la reflexión y la búsqueda de la que depende el
reencuentro de dos países.