El humano y su vasto quehacer, atesoran realidades y esperanzas en la fecunda identidad de los pueblos: la cultura. Esa riqueza intangible macerada junto al tiempo.
Hoy, cuando el sondeo del espacio parece no aportar nada nuevo, el hombre vuelve a hurgar en el pasado y a escarbar los cimientos culturales que sustentan su adelanto. Y es la juventud inquieta que se apodera del fruto. Un fruto que jamás (y es bien sabido) podrá saciar su apetito por desentrañar la complejidad del medio.
El Campamento, crisol de juventud, de vigor y de anhelos, siempre se hizo eco de esta necesidad que es imperiosa. Porque es joven y porque somos jóvenes quienes le damos vida.
Afer reserva tradicionalmente para el invierno una imagen fugaz de carpas y de vida agreste, como preludio del año nuevo en Bariloche. Es el pre campamento, que nos conduce por los cien rumbos de la patria; Córdoba, Tucumán, Salta, Jujuy, La Rioja, Catamarca, San Juan, Mendoza, San Luis, Chaco, Corrientes y Misiones.
Un par de semanas para embebernos en la cosa nuestra, en el folklore autóctono, en la faena del hombre productivo. Vivimos la historia plasmada en los museos, el arte indígena en su propia cuna, la música nativa en la voz de sus artífices. Vivimos la cultura misma que se adentra en el pueblo, esencia pura de idiosincrasia.
Al llevarnos de la mano por las entrañas del país, nuestro pre campamento está abonando tierra yerma: la inquietud juvenil.
Propicia siempre para asimilar cultura uno de los objetivos medulares de Campamento, que sistemáticamente vamos integrando en secuencias, durante cada salida de invierno, partiendo del instante en que alistamos la mochila.
María Eugenia Solans